domingo, 31 de octubre de 2010
El Optimismo Insumiso
Las muy diversas y controvertidas especulaciones acerca de los orígenes, discurrir y posterior solución/es a la consabida crisis que nos amenaza y “atenaza” a los españoles es uno de los temas de actualidad recurrentes desde hace tiempo y protagonista principal en coloquios, informativos y artículos de opinión.
A mi modo de ver, y en cuanto a los orígenes, la cosa no está clara, pero el desmesurado auge del sector de la construcción auspiciado por el sector bancario y las hipotecas “subprime” asentaron las bases de una sociedad próspera en apariencia pero con unos cimientos muy frágiles que nos ha llevado durante unos años a un esplendor sin parangón y ahora nos ofrece la cara más amarga de la cruda realidad.
El paso de esta “crisis” por nuestro devenir diario nos ha llevado a cotas de desempleo que hace que más de 1.300.000 familias tengan a todos sus miembros en paro.
Por otro lado, la ansiada reforma laboral, propuesta por el ejecutivo nacional, no parece ser el instrumento adecuado para reducir los niveles actuales de desempleo ( 4.645.500 parados según EPA 2º Trim. 2010, el 20,09% de la población activa), pues parece que la solución al problema del paro es el despido cuando, a mi modo de ver, la solución pasa por flexibilizar el mercado laboral atendiendo a las necesidades de contratación de las empresas, pero eso en ningún modo supone ni abaratar despidos ni suprimir derechos laborales, sino todo lo contrario, ofrecer alternativas y no trabas a quienes realmente generan empleo, que son las empresas, y entre ellas las pymes, las cuales aportan en torno al 80% de las contrataciones.
Las supuestas soluciones a esta complicada situación es motivo de disputas políticas diarias. Mientras que desde los distintos sectores económicos y empresariales se destaca el lastre que supone el desmesurado déficit de nuestra economía nacional ( 2º a nivel mundial solamente detrás de EEUU), unido a la insistente necesidad de realizar reformas estructurales importantes en sectores tan estratégicos como el mercado laboral, la financiación local y autonómica, el mercado de la energía…, coloca a nuestra economía en una situación de fragilidad e incertidumbre que asusta a propios y extraños, y eso se palpa en las calles de nuestras ciudades, en las tertulias de los bares y en nuestro devenir diario.
Entretanto los últimos datos de la banca española arroja unos resultados esperanzadores, menos malos de lo esperado, lo que induce a pensar en un cierto atisbo de recuperación que unos promulgan y vociferan como el inicio del fin, mientras que otros no hacen caso a estos cantos de sirena y manifiestan que nuestra economía no generará empleo hasta tanto en cuanto no crezcamos por encima de un 2,7%, y esto no se prevé que se produzca hasta bien avanzada esta década. Y es que para muchos la falta de crédito, la morosidad y la caída del consumo suponen una carga demasiado pesada.
Y esto va en contra de los que pretenden ver unos supuestos “brotes verdes” en una economía carente de recursos para generar confianza que invite al consumo y a la inversión. Pero es que “al perro flaco todo se le vuelven pulgas”, ahora nos viene una subida del IVA, por si tuviéramos poco que soportar los consumidores finales que somos los que al fin y a la postre pagamos siempre los platos rotos de políticas mal diseñadas. - Y todavía piensan algunos que no afectará al consumo-…
De un modo u otro la cosa es bien clara, la sociedad española necesita y reclama cambios, cambios en el modo de gestionar nuestros recursos y de entender el estado de bienestar, nunca tan amenazado. No es momento de mirar hacia otro lado, no es momento de hacer demagogia con una visión optimista de unos indicadores puntuales que no son tan malos como los que hemos padecido en estos últimos meses para apreciar una recuperación que solamente es palpable sobre el papel.
Nos encontramos inmersos en una situación delicada que precisa de “aire fresco”, de ideas nuevas y claras que generen confianza, de un análisis comprometido de hacia dónde queremos encaminar nuestra sociedad y cuáles han de ser las reglas de juego que todos hemos de respetar, necesitamos que de una vez por todas se legisle con “los pies en el suelo” y con el sentido común como única ideología.
04/08/2010
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